martes, 5 de marzo de 2013

Hasta que fluya la justicia, Hugo.

El dolor, cuando uno lo siente de veras, no necesita de simulaciones para manifestarse. Cuando supe de la muerte de Hugo Chávez, una sensación escalofriante inefable se apoderó de mí. Quien tiene clara su pertenencia ideológica, más o menos sabe que ante determinadas situaciones que se relacionan con ella, para bien o para mal, debe sentir cierto impacto en su estado emocional.

Y es que los hombres como Hugo, que se entregan por completo a una causa a mi juicio muy justa, de apego a la clase humilde, desprotegida, históricamente expoliada, se imbrican por derecho propio en la galería de seres que transgreden con sus ideas y prácticas el estado de cosas y trascienden haciendo el bien por los pobres. Si alguien llora por tu partida, reza ante tu imagen, te idolatra, te dedica una canción sentida que parece cantada por Nuestra América, te sigue en la cruzada liberadora, no se puede dudar que has hecho historia de la buena.

Es y será muy usual ver las continuas tergiversaciones que en forma de artículos, tweets y actualizaciones de estado se suceden contra la obra esencialmente humana protagonizada por Chávez para el bienestar de los venezolanos. Sus generadores, insaciables en su espíritu de perpetuar la dominación de los ricos de siempre sobre los despojados de siempre, no fueron capaces de interrumpir su sarta de malos augurios, sarcasmos, ironías y explícitos deseos de ver el fatal desenlace. Deben ser condenados ellos y sus contenidos a servir de ejemplo a los estudiosos de la escatología.

Ahora les toca a los venezolanos hacer pervivir el ejemplo de Hugo, algo que no se ciñe a un decreto o una declaración de principios, sino a la praxis que logren desencadenar, a la aprehensión consciente y efectiva de los objetivos finales de la Revolución Bolivariana. Y a toda América Latina continuar la senda por la que Fidel y Chávez reiniciaron el camino de construcción de la Patria Grande. No es tarea fácil. Nada importante es fácil.

Quienes disfrutan con su muerte, realmente le temen a las utopías reencarnadas, al peligro rojito que significa la concienciación política que alcanzó el pueblo venezolano, que estará atento para responder con fuego si se le intenta domeñar por la fuerza o con aires de new deal. Hago votos porque se mantenga la paz siempre y cuando la democracia burguesa no atente contra los basamentos chavistas y las realidades que se construyeron sobre ellos. No creo, en todo caso, que sean tan ilusos en el cálculo político los portavoces de la oposición venezolana.

Entonces, Hugo, te seguiremos invocando, no descansarás como no descansan los cultores de los valores más mayestáticos de los seres humanos hasta que no vean su aterrizaje efectivo en la sociedad. Fidel le decía: “Chávez, hombres como tú y como yo descansaremos algún día, sí, pero nuestro descanso será la tumba”. Y yo digo, descanso, sí, pero puramente físico. Queda el espíritu que en tanto es bello puede ser muy valioso para que la equidad y la justicia social sean realidades. Para que la democracia no sea una falacia tan lastrante. Nos toca seguir intentando, como él, vencer y librarnos de todas las dominaciones.

1 comentario:

  1. Juan de tergiversaciones nada, por mucho que intenten doblar la realidad, a la hora de la verdad, las acciones definenieron que que iba esto (para quien lo quiera ver). Ese mar, que digo mar, océano de pueblo, desfilando por los próceres para dar su último adiós a su líder, tapa cualquier boca/noticia/tweet/balbucería/mentira. El dolor era palpable en el aire, el amor que los venezolanos ¿y por qué no? latinoamericanos, sentían/sienten, por este hombre no tiene descripción.

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